Bienvenidos a Armadillos Voladores

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viernes, 20 de junio de 2014

Laberinto de Jim Henson



No sólo las imágenes y personajes que provee la literatura se instalan para siempre en la imaginación de los niños, aquellos que crecimos viendo televisión y cine podemos dar cuenta de ello. Hace poco vino a mi memoria Laberinto (1986), una película de mi infancia, dirigida por Jim Henson (creador de Los Muppets y Plaza Sésamo). Esta película dejó huellas imborrables en mi sensibilidad y gustos. 

Mirándola en retrospectiva entiendo por qué motivos se encontraba entre mis películas favoritas, pero no me extenderé en reminiscencias personales que no vienen al caso. Lo que si puedo hacer es comentar la riqueza estética de este filme que hoy en día puede parecer anticuado por sus efectos y edición, pero que sigue teniendo un encanto particular. 

Me gustaría hablar de su diálogo con el arte, la ilustración, la literatura infantil y, sobre todo, poner en relieve el poderoso simbolismo que encierra esta historia que hoy, como espectadora adulta, no deja de asombrarme. 


El oscuro mundo de Laberinto

Laberinto es la historia de Sarah (interpretada por Jennifer Connelly), una adolescente que podría decirse que vive más anclada en el mundo de imaginación que en el mundo real. Desde la primera escena la vemos disfrazada, jugando a representar el papel de una reina y completamente entregada a aprenderse las líneas del libro de donde extrae la historia (que no en vano también se llama Laberinto). 





Sarah está tan inmersa en el juego que se olvida de sus compromisos familiares. Por un breve diálogo con su madrastra aprendemos que su relación con otros chicos de su edad es limitada, y que prefiere estar inmersa en los mundos de fantasía que su imaginación se empeña en alimentar.

Los padres de Sarah le encomiendan la tarea de cuidar a su hermanito Toby mientras salen a divertirse. Ella no está muy feliz de desempeñar el mundano papel de niñera, y mucho menos con un bebé que llora hasta acabar con su paciencia. Entonces, un poco en serio y un poco jugando, decide invocar al rey de los duendes para que la libere de su tarea de cuidar al bebé.

Como era de esperarse, el rey de los duendes aparece. El deseo ha sido expresado y ya no hay vuelta atrás. Si Sarah quiere recuperar al niño, deberá cruzar el extenso y tortuoso laberinto que rodea al castillo del rey, donde se encuentra cautivo su hermanito. Como toda prueba tiene unas reglas de juego: deberá llegar antes de trece horas o Toby se convertirá en duende, entrando a formar parte del séquito del rey.




Sin detenernos en todos los vericuetos de la historia o en los desafíos que la protagonista tiene que enfrentar para alcanzar su objetivo, voy a hablar de ese mundo fantástico que propone la película, centrándome en el escenario y sus criaturas a través de su singular estética. 

Para empezar, el laberinto de la película es un territorio extenso y dividido por sectores. La periferia es más agreste, rodeada de un "casi" insalvable muro, con poca vegetación y criaturas rastreras. 

En Laberinto no estamos ante un mundo luminoso, sino más bien en uno lúgubre, a veces siniestro, y donde no falta lo grotesco. No es un lugar donde se está enteramente cómodo. Al recorrerlo, la protagonista se topa con pasajes peligrosos y muchos engaños se esconden tras sus muros. Las tonalidades predominantes de este mundo son terrosas o azuladas, denotando poca luz, descuido y en algunos casos descomposición. 

Aunque en general el laberinto es un espacio poco amigable, hay sectores con cierto verdor, con muros de ciprés, por ejemplo, que evocan a esos jardines palaciegos del siglo XVIII europeo. 




Por otra parte, el corazón del laberinto es un centro urbano con calles semi-empedradas y casitas de aspecto inestable y ruinoso. En la ciudad de los duendes, sobre una pendiente, se alza el castillo del rey, el cual recuerda a una sólida construcción medieval.  

Me parece que el espacio físico de Laberinto recuerda a esos polvorientos pueblitos medievales que aun se pueden encontrar enclavados en las colinas de Italia o Francia. El mundo de la película nos remite a una era anterior a las comodidades de la modernidad, de habitáculos desaseados e incómodos. A veces, se hace presente una tecnología rudimentaria, con mecanismos de engranajes o pesadas maquinas operadas por duendes cubiertos con cascos y feroces armaduras.


Los personajes de la película corren entre las tortuosas calles
de La Ciudad de Los Duendes


Por otra parte, el laberinto está poblado por todo tipo de curiosas criaturas; algunas amigables, otras peligrosas, muchas de ellas transmiten impotencia. También hay animales humanizados, monstruos de enormes proporciones y objetos animadosEso sí, cada uno tiene un carácter distinto, donde a veces se acentúan los rasgos más feos. A parte de los soldados del rey, resulta difícil hablar de una sola raza uniforme de moradores.

Si bien es cierto que buena parte de los personajes que pueblan el laberinto son repulsivos, no faltan los que tienen su lado tierno; como el zorro quijotesco (vestido con un fino traje que recuerda a los caballeros isabelinos). En definitiva, todo un reparto de criaturas ayuda a la heroína, a veces la engañan y otras veces la acompañan en su recorrido.


Sir Didymus, el zorro paladín, que recuerda a uno de los juguetes de Sarah

Es curioso que en este oscuro mundo el único capaz de hacer magia es el rey de los duendes, un personaje al que todos veneran pero al que, sobre todo, temen. Al ser la magia su poder exclusivo, deducimos que todas las criaturas que pueblan en el laberinto están sometidas a su voluntad. Y siguiendo la comparación con la Edad Media, estamos ante un señor feudal con todos sus siervos subyugados e impotentes.

El papel del rey de los duendes, Jareth, es interpretado por el ya mítico cantante de rock David Bowie.





Bowie, el ambiguo y excéntrico rey del Glam, se ajusta a este rol de manera casi natural. El  peinado rebelde y el maquillaje dramático refuerzan la personalidad misteriosa del rey. 

Bowie compuso e interpreta las canciones del filme. En mi opinión una de las mejores piezas es "Dance Magic" (Danza Mágica), que habla de lanzar un hechizo para apaciguar al niño cautivo.

A continuación reproducimos esta pieza musical, donde se retrata la corte del rey, desbordante de extraños duendes y criaturas - algunos con forma de auténticos diablillos. Sin embargo, esta reunión no está desprovista de cierta burla y desorden. Toby baila y se entretiene en este ambiente poco higiénico, recargado y grotesco. 


 



Influencias artísticas 

La anterior escena les da una idea de la extraña naturaleza de las criaturas de este filme. No es lo que uno precisamente llame "bonitas". De rostros abotagados, narices anchas, expresiones malévolas, pupilas fijas y bocas deformes, estos seres tienen una suma de rasgos que los hacen desagradables y poco simpáticos.

Tal parece que una buena parte de los duendes de Laberinto se inspiran en las ilustraciones de Brian Froud, que se encargó del diseño conceptual y el diseño de vestuario para la película. Froud ya había trabajado de la misma forma en The dark crystal (1982), un filme también dirigido por Jim Jenson.















En 1979 Froud publica El Libro de las hadas o Faeries (en colaboración con Alan Lee), y allí conocemos por primera vez su particular universo de gnomos, duendes, trolls, entre otros seres fantásticos, y allí se establece el estilo que lo haría famoso. 

Un estilo que bien puede generar diversas respuestas, pero que personalmente me despierta  curiosidad y, al tiempo, incomodidad. Porque a pesar de que algunas de sus criaturas tengan un aire estúpido, en ellos también hay algo provocador, incluso peligroso... Si uno se topara con uno de estos seres, tal vez no sería conveniente fiarse de él.



Ilustración de Brian Froud


En primera instancia, Laberinto recrea el particular imaginario de Brian Froud, pero también considero que se nutre de las ilustraciones para libros infantiles del ilustrador inglés del siglo XIX: Arthur Rackham. 

Este artista posee todo un repertorio de seres fantásticos, incluyendo duendes de caras arrugadas, narices ganchudas y orejas deformes, que parecen influir en la caracterización de algunos personajes. Por ejemplo, Hoggle, el duende que ayuda y traiciona a Sarah, recuerda de alguna manera a los personajes de Rackham.


Ilustración de Arthur Rackham
Hoggle, duende del laberinto

Una influencia menos obvia es la del sueco John Bauer. Considero que la película está en deuda con este artista del siglo XIX de varias maneras: en el abigarramiento de personajes, su mezcla con los fondos y escenarios, la oscura paleta de colores mate (azules, verdes, cafés) y las formas mismas de las criaturas, un poco salvajes pero también en algunos casos tiernas, porque hay que aclarar que en Laberinto no todas las criaturas tienen aspecto malévolo y algunas se muestran amables e inofensivas al estilo de Bauer. 

(Si desean conocer más sobre la obra de John Bauer recomiendo el excelente artículo de Diego Arboleda en Revista Babar).


Ilustración de John Bauer

Ahora bien, otra  influencia proveniente de la literatura infantil es la de Maurice Sendak. Esta influencia se hace explícita en la historia: Sarah conserva un ejemplar de Donde viven los monstruos, y el personaje de Ludo evoca a las criaturas del libro. 

Ludo, el fiel acompañante de la heroína, es una mezcla de orangután y buey peludo, con sus cuernos hacia abajo y mirada triste. A pesar de sus enormes dimensiones resulta menos aterrador que otras criaturas del mundo de la historia.



Ludo, monstruo del laberinto

Y, por supuesto, las referencias a Lewis Caroll tampoco faltan en este filme. Desde el mismo argumento (una niña que busca su camino en un mundo fantástico) hay una referencia a Alicia en el país de las maravillas. Incluso, algunos personajes son tan bizarros que recuerdan a los de Alicia. 

Sin embargo, la influencia más significativa sea en la parte verbal. Sarah, al igual que Alicia, descifra en varias ocasiones las adivinanzas que los duendes o criaturas del laberinto le proponen, de esta manera consigue avanzar hacia su meta. En Laberinto hay rimas y juegos de palabras como la obra de Caroll y algunos personajes se muestran también un poco incoherentes o chiflados. 

Alicia atravesando el espejo











Al final de la historia volvemos a evocar a Caroll. Esta vez en la escena final cuando Sarah se confronta ante el espejo y recuerda a los amigos que hizo a lo largo de su aventura. Ellos aparecen primero reflejados en el espejo para luego materializarse en su habitación. En el espejo, imagen y realidad se funden, al igual que en A través del espejo de Lewis Caroll.

Por ultimo, hay que destacar la poderosa influencia de la obra del artista M. C. Escher en la película. 

El climax de la historia ocurre al interior del castillo del rey de los duendes, en un escenario muy similar al de la siguiente imagen: 


"Relatividad", grabado de M. C. Escher, 1953


Aquí estamos ante una cita visual. Jenson a logrado poner en movimiento la idea de que las escaleras sirven para subir y bajar a un mismo tiempo, creando espacios que desafían la gravedad y la perspectiva tradicional. En esta escena, Sarah se confronta a una paradoja que nos recuerda los planos imposibles del artista holandés.


Al interior del castillo en Laberinto

Un elemento importante para la trama, también es tomado directamente de la obra de Escher. Se trata de las esferas que manipula el rey de los duendes, y que son empleadas para hacer magia y engatusar a la protagonista.



El cristal redondo que distorsiona imágenes y crea reflejos, es un objeto que además se utiliza en la historia para de crear y reforzar las ideas engaño, falsas apariencias, ensoñación y magia. De esta manera, la iconografía de M. C. Escher consigue armonizar con el mundo fantástico de la historia.


"Tres esferas II" de M. C. Escher, 1946

En Laberinto las influencias artísticas son variadas, y es posible que existan otras que yo no haya podido identificar. Sin embargo, estas influencias obvias o escondidas, nos permiten establecer paralelos con el arte, el mundo de la literatura infantil y la ilustración. 

Lo que es claro, es que los creadores de este filme se nutren de diversas estéticas y elementos artísticos para darnos una historia que además encierra un poderoso simbolismo.


El simbolismo de la historia




El laberinto es un símbolo muy antiguo. Tal vez el más conocido en Occidente sea el del Minotauro, en Creta, pero sabemos que otros pueblos de Europa y de otros continentes también representaron laberintos. 

El significado del laberinto puede variar de acuerdo al lugar y la época. El laberinto medieval, por ejemplo, indica las tribulaciones mundanas, las pruebas que un cristiano debe afrontar para alcanzar la salvación y la gloria eterna.

Lo cierto es que todo laberinto apunta a un mismo propósito: trazar un recorrido para encontrar la salida. Y en este proceso quién lograr salir del laberinto conquista su propia voluntad y autonomía. Entonces, desde el mismo título del filme, comprendemos que se trata de una historia de carácter iniciático y de crecimiento. 

Sarah es confrontada y desafiada por el rey de los duendes para cruzar el laberinto y recobrar a su hermanito. En el recorrido debe enfrentar diversas pruebas que la fortalecerán y la harán vencedora. Esta historia es una metáfora del crecimiento físico y mental del personaje, porque no hay crecimiento sin adversidades, sin llegar a puntos que no conducen a ningún lado.

La protagonista entonces se verá obligada a gradualmente abandonar el mundo de la infancia, de sus fantasías, para poder instalarse en el mundo verdadero. No es gratuito cuando el rey de los duendes la desalienta a seguir la prueba del laberinto: "Vuelve a tu habitación, a jugar con tus juguetes y tus disfraces", le dice. Desde luego que sería más cómodo para la protagonista no aceptar el desafío. Le hubiera podido decir a sus padres que su hermanito fue raptado por fuerzas extrañas (como una niña pequeña seguramente hubiera hecho), pero ella decide confrontar la naturaleza de estas fuerzas e ir al fondo de sí misma.

En este recorrido simbólico Sarah es engañada y traicionada, hasta pierde el rumbo varias veces. El rey de los duendes, por su parte, no se la pone fácil. En una escena recrea sus sueños de niña, idealizando su belleza y haciéndola sentir atraída hacia él. 

En el baile de máscaras es representada más adulta, adentrándose en un mundo social que se muestra tanto irreal como amenazante. En esta escena nos encontramos con la maduración física y sexual del personaje. 

La escena de la mascarada recuerda las escenas de baile de los cuentos de hadas tradicionales


Al final de la historia Sarah derrota a Jareth pronunciando las palabras que tanto le costaba aprender al comienzo de la película: "tu no tienes poderes sobre mi".  El mensaje para mí es bastante claro: el mundo de la fantasía, de las fabulaciones, y del que Jareth ha sacado bastante ventaja hasta el momento, ya no domina su vida. 

Uno sospecha que Sarah imaginó toda esta aventura, ya que fantasía y realidad parecen fusionarse en los espacios de su vida cotidiana. El parque donde jugaba, por ejemplo, es muy similar al laberinto (observen los mojones en forma de obeliscos); además, los juguetes de Sarah tienen sus equivalentes en el mundo de fantástico, incluyendo a su mascota Camelot que hace parte de su aventura.

Al fin Sarah acepta que no puede seguir jugando como lo hacia antes, tomando sus fantasías por verdades, confundiendo el mundo real con el mundo de sus ensoñaciones. Además, ha aprendido a hacer acuerdos, a sentirse interesada por el destino de otras criaturas, a confiar en otros y entablar amistades. De la experiencia del laberinto deviene el despertar y el crecimiento.

Me encanta el final de la historia porque no sólo apunta a la maduración del personaje, entrar a la adultez, sino el aceptar una nueva forma de acción de la fantasía. La fantasía es controlada por la joven, que ahora puede evocarla cuando desee sin que la confunda o le genere conflictos. 

De ninguna manera esta es una historia frívola. El laberinto es el mundo interior mismo de Sarah, donde se produce una colisión entre lo real y lo fantástico; los dos mundos conviven en una paradoja (como las de Escher) que se resuelve cuando la protagonista decide tener el control y el poder sobre lo piensa e imagina. 

Aunque el Laberinto de Jim Jenson no obtuvo el éxito comercial que se esperaba, hoy en día ha pasado a ser de esas películas raras y de culto. A quienes les haya gustado El Laberinto del fauno de Guillermo del Toro, no pueden dejar de ver esta película por su riqueza artística y simbólica, les garantizo que no habrán perdido su tiempo.