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¡Feliz lectura!


jueves, 31 de marzo de 2016

Escribir un libro álbum y no volverse loco en el intento



Dos Cabezas por Eleonora Guerrero Quijano
Ilustraciones de Michelle López Deksnys

Disponible en Librería Panamericana


Acaba de salir a la luz mi último libro para niños titulado: Dos Cabezas (Editorial Libros & Libros, 2016). 

Dos Cabezas -los talentosos protagonistas de esta historia- llevan su música y alegría hasta los lugares más apartados de la región, como los buenos juglares que son.
Pero tener "dos cabezas" y un solo cuerpo puede llegar a ser un serio inconveniente: las peleas y desacuerdos siempre estarán a la orden del día. Entonces, ¿qué hacer? ¿Separarse será la única salida?

Este es mi primer libro álbum y confieso que fue todo un reto escribirlo, por eso quiero compartir con ustedes lo que aprendí de la experiencia.

En muchos sitios en la web se encuentran tips muy útiles sobre cómo crear o ilustrar libros álbum, pero en la mayoría de los casos hablan de cuando ilustrador y escritor son una misma persona, como Anthony Browne, por mencionar a un autor reconocido. Sin embargo, muchos escritores, que no son ilustradores, desean probar con el libro álbum pero no tienen idea por dónde comenzar.

Quisiera concentrarme en algunas recomendaciones para aquellos que desean escribir un libro álbum.


1. Un libro álbum es conciso 


En este tipo de libros las imágenes ocupan un espacio predominante en la página, y el texto, por lo general, es conciso. Por supuesto que existirán excepciones, pero la narración verbal es ágil y económica. 

Aquí no hay espacio para explayarse en descripciones de personajes o ambientes, ni para desarrollar capítulos como en una novela. La brevedad es una cualidad muy deseable porque la lectura de un libro álbum se hace en una sola sentada, aunque uno pueda volver a él tantas veces como quiera. 

Por estas razones el escritor debe hacer elecciones importantes. Si las descripciones las puede hacer la imagen, entonces hay que eliminarlas. Si la caracterización de los personajes los proporciona la ilustración, no tiene sentido ser muy minucioso. Si yo digo: "Elisa era una niña que siempre usaba bufanda verde y unos anteojos muy gruesos", habría que detenerse a pensar si esto es realmente imprescindible para la historia porque sencillamente la ilustración puede mostrar lo que acabo de decir en catorce palabras. 

Pero si el escritor se empecina en mantener detalles de los podría dar perfecta cuenta la imagen (como la ropa que llevan los personajes), corre el riesgo de aburrir a su lector que se preguntará que para qué le describen tanto si es capaz de verlo por sí mismo. Así que no hay que abusar en descripciones y enfocarse en sólo aquello que  podría comunicar o destacar el texto. 

Por otra parte, hay que darle un margen de acción al ilustrador. Si la historia está escrita con lujo de detalles el ilustrador se sentirá cohibido de proponer cosas, cuando esto es precisamente lo interesante del libro álbum: que pueden surgir direcciones inesperadas y enriquecedoras para la historia. En el caso de Dos Cabezas, la editora y la ilustradora decidieron no revelar cómo era el personaje de cuerpo completo sino hasta el final del libro.







2. Atención a la historia

Hay algunos que piensan que lo importante es la imagen, en cómo se verá el libro, en los colores, forma y papel que tendrá, y aunque las ilustraciones ocupan un lugar preponderante en el libro álbum, las imágenes por sí mismas nunca salvan una mala historia. 

Hay cantidades de libros bellamente ilustrados con historias mediocres, como también hay textos muy buenos, con malas ilustraciones. Que se combinen las dos cosas, texto e imagen, en un equilibrio perfecto depende de muchos factores (incluyendo el trabajo del editor), así que el resultado final no es una responsabilidad que recae únicamente en el escritor. 

Si el escritor y el ilustrador son personas distintas, es el texto el que se concibe primero y el que toma la batuta para guiar la historia. De esta forma, la narración verbal es la semilla del libro y es importante que esté bien construida: que tenga personajes singulares, un principio, un desarrollo y un desenlace satisfactorio, y como en cualquier otra historia, que busque dejar una impresión duradera en sus lectores. 

Escribir un libro álbum no es más fácil que escribir un cuento o cualquier otra pieza narrativa. Tan solo hay que entender que se trabaja con ciertas normas, como la extensión, y que siempre habrá un lector que estará hasta la última página esperando que algo impredecible suceda, que la historia sea memorable y lo deje con ganas de volver a leer el libro unas cuantas veces más. 


3. La prosa


En un texto breve cada palabra cuenta. Algunos autores escriben verdaderos poemas rimados. Otros, eligen una prosa más cercana al cuento tradicional con "había una vez..." En todo caso, la sonoridad del lenguaje, el buen ritmo y la fluidez son elementos claves de la narración porque van llevando al lector de comienzo a fin, como una melodía. 


4. Las ilustraciones: no lo haga usted mismo






He visto trabajos de escritores que se empeñan por hacer las cosas ellos mismos con resultados nefastos para la narración verbal. 

Ilustrar para niños (al igual que escribir) parece muy fácil y hay imágenes que aparentemente podría hacerlas cualquiera. Pero no hay que engañarse: los buenos ilustradores han desarrollado un estilo propio y consistente a lo largo del tiempo, tienen experiencia en "narrar" con imágenes y conocen al dedillo el lenguaje visual. Saben de color, forma, composición, línea, técnicas, caracterización, en fin, de todo el vocabulario que es propio de aquellos que trabajan en el terreno de las artes y de la ilustración. 

Otra recomendación, tampoco ponga a ilustrar a un niño que usted conoce: la sobrina, el primito, su hijo o nieta. Aunque los niños pueden hacer dibujos y pinturas encantadores, la gran mayoría no están dedicados a esto de manera profesional y en consecuencia no dominarán el lenguaje que se necesita para contar una historia con efectividad. Además, un manuscrito que se entrega a un editor, con ilustraciones hechas por niños o por alguien aficionado, da muy mala impresión y le resta interés al texto. 

Aunque de vez en cuando yo hago mis propios mamarrachos para aderezar mis historias o por simple diversión, esto no me convierte en ilustradora profesional. Así que en Dos Cabezas yo escribí el texto y lo ilustró Michelle López Deksnys, artista colombiana con experiencia en libros infantiles. 

Por otra parte, fue mi editora quien orquestó el trabajo final. Hizo intercambios conmigo y con Michelle, y el libro terminó siendo un trabajo conjugado entre escritor, ilustrador y editor. Esto me lleva al siguiente punto: 



5. Olvídese de su visión


Como escritor uno tiene una visión única de cómo se vería su historia. El escritor se imagina con exactitud a sus personajes, el ambiente en que se mueven y cómo va a desenvolverse la trama. Es más, puede visualizar qué sucede en cada página del libro, pero una vez entregado el texto, la historia ya no es de uno, sino también de otros. Y como cada persona es un universo independiente, es imposible que el resultado sea exacto a como se lo imaginaba el escritor. 

En mi mente aún conservo la historia de Dos Cabezas. Para mí es un monstruo que me recuerda a las miniaturas medievales, con una mezcla de los animales desbocados del Guernica de Picasso. Para mí tienen una naturaleza más salvaje y violenta, pero Michelle aportó su propia visión, sensibilidad e interpretación al texto. Sería un error pensar que ella podrá reproducir lo que solo está en mi cabeza. 

Así que mi recomendación es entender que se trata de visiones separadas y de sensibilidades separadas, y que nadie podrá llegar traducir de manera fiel o exacta lo que imagina el escritor. Por estas diferencias, con frecuencia, los escritores se muestran inconformes con lo que hacen los ilustradores, cuando en realidad la ilustración puede ser un aspecto que ellos no controlan al cien por ciento. 

Entonces, así suene un poco doloroso, hay que desprenderse de la propia visión y entregarse con nuevos ojos a la propuesta del ilustrador y del editor (que también introduce cambios en la narración visual). Esto le evitará conflictos al escritor consigo mismo y con el equipo editorial.

6. El envío del manuscrito


Hay que tener en cuenta que los libros álbum, tienen más o menos una extensión de 24 a 42 páginas. De nuevo, siempre habrá excepciones (los libros de Shaun Tan o de Jimmy Liao, son un ejemplo), pero en la industria editorial esta es la extensión promedio para un libro álbum diagramado y con imágenes. 

El número de páginas y el formato del libro (dimensiones, forma y materiales) se define de acuerdo a los costos y líneas de cada editorial. 

En cuanto a extensión del texto, éste puede ser de una página o de seis, eso varía mucho. En Dos Cabezas el texto fue de cuatro páginas a doble espacio, pero una vez ilustrado y diagramado quedó en cuarenta páginas. 

Lo que sí acordamos con mi editora es qué texto iría por cada página, y en la entrega del manuscrito cada cambio de página se señala dejando un espacio en blanco.

Una vez que el manuscrito fue aceptado, hice unas anotaciones en otro documento aclarando cuestiones sobre el mundo de la historia, los personajes y su espacio, a manera de guía, y dejando suficiente margen de acción al ilustrador y al editor. Hay autores que también dentro del mismo manuscrito insertan comentarios sobre la imagen, escribiendo entre corchetes, y por supuesto sin excederse en detalles o recomendaciones. 

7. Epílogo: el libro álbum tiene futuro 


En nuestra industria editorial local hacen falta un mayor número de publicaciones de libros álbum de origen colombiano, y que los editores entiendan cómo se realiza el trabajo del libro álbum (seamos sinceros: no todos los editores saben cómo funcionan este tipo de narraciones). 

Además, el editor debe considerar que el ilustrador y el escritor pueden ser dos figuras completamente separadas. En Estados Unidos y el Reino Unido, por ejemplo, esta distinción es clarísima. Los escritores envían sus manuscritos de libro álbum a evaluación y si la editorial los contrata, es ella la que se encarga de definir el enfoque para el trabajo y quién sería el ilustrador más conveniente. En algunas ocasiones, escritor e ilustrador comparten ideas por intermedio del editor, pero en la mayoría de los casos ni siquiera llegan a conocerse en persona. Tal es el grado de especialización en otros países. 

En Colombia, el futuro del libro álbum se muestra promisorio ya que hay editoriales que le están apostando a este tipo de trabajos y que han sido galardonados con premios internacionales (para enterarse más al respecto, sugiero leer el artículo de Revista Semana publicado en marzo: "La literatura infantil colombiana se abre camino"). Entonces me parece que los escritores no deben renunciar a su sueño de crear un libro álbum y que trabajen sus historias desde lo mejor que saben hacer: escribir.

Son bienvenidos a escribir sus comentarios, preguntas y opiniones sobre el artículo que acaban de leer.  

¡Hasta pronto!